miércoles, 15 de julio de 2015

Las palabras se las lleva el viento

Es gracioso cómo prometemos cosas que finalmente no cumplimos. Es gracioso cómo hablamos más de la cuenta, cómo solemos decir a alguien que haremos tal cosa y finalmente no lo hacemos. Y aún más gracioso es que te hagan una promesa que te hace especial ilusión y no la cumplan. En realidad no me tendría que parecer tan gracioso pero es reírme o llorar, y lo primero se me da mejor que lo segundo.
Yo soy la típica persona que cumple aquella frase de "Si no lo veo, no lo creo". En eso podría basarse mi día a día. Prefiero no creerme nada y primero que me lo demuestren, que me enseñen que eso es verdad. Cada semana me encuentro siempre con alguna promesa que me hacen y que después resulta no cumplirse. Y al final terminas hasta los cojones, siendo muy claro. No siempre esas promesas son incumplidas pero hay algunas que te joden hasta límites insospechados. No me creo promesas falsas ni promesas que sé que no terminarán como tendrían que haber terminado, por lo que antes de ilusionarme por algo prefiero esperar al final de los acontecimientos. Lógicamente, y aunque resulte un poco paradójico, yo soy el primero que promete y deja de prometer pero intento siempre basarme en la realidad en la que vivo. No me puedo prometer volar cuando sé que es imposible, por eso siempre intento ajustarme a mis posibilidades. No suelto palabras al azar que pueden después herir a alguna persona. No me gusta que me lo hagan a mí, así que no voy a hacértelo a ti. Por eso es mejor medir tus palabras antes de arrepentirte. Tal vez la promesa sea pequeña pero no sabes lo que le puede afectar a la otra persona. Por promesas incumplidas me he llevado más de un quebradero de cabeza que al final no tiene ningún sentido y que me podría haber ahorrado tontamente.

Hazte un favor y no prometas nada que no puedas cumplir. Hazte un favor y no juegues así con la gente. Hazme un favor y deja de joderme con tus palabras.

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